
¿Qué puede haber más bonito que una declaración de amor?
El fotoperiodista Emilio Castro nos deja una de las más emotivas y sinceras hacia nuestra querida Fotografía.
Siendo muy joven la conoció, lo encandiló y desde entonces sigue colado hasta las trancas por ella.
Sus años de experiencia y la entrega absoluta en esa relación se hacen sentir en cada una de sus palabras.
En una época en la que todo es superfluo, donde parece darse más importancia al «cacharreo» que a la técnica y los conocimientos, la vanidad ocupa nuestras pantallas y la realidad queda distorsionada digitalmente.
Fotógrafos como Emilio Castro siguen ahí en la sombra afianzando los cimientos y la esencia de la Fotografía, bien para el que la busca como forma de vida, bien para esas otras personas que prefieren admirarla como medio de expresión artística y motivación personal.
Dejo aquí su relato y enlace donde poder contactarle (pincha su nombre).

LA CAJA , por Emilio Castro
«La Caja, la caja negra me fascinó en cuanto supe de su existencia. Le entregué tiempo, toneladas de tiempo, mi juventud y toda la imaginación de la que soy capaz. Ella me correspondió regalándome mundos desconocidos, lugares increíbles y personas únicas. Aprendí su idioma, que desde mi adolescencia es el mío, miré y miré hasta nublarme la vista. Me enseñó el significado de la palabra paciencia, a mí que subía los escalones de tres en tres.
Solo veía formas y fondos, volúmenes divergentes y líneas convergentes, que una vez comprendidas, tenía que meter en un rectángulo. Fuera de sus contornos no hay nada, el vacío que se diluye inconcreto en nuestra memoria frágil, como todo lo demás con el paso del tiempo. Crecí sujetando fuertemente mi caja, sintiéndome un mirón, un cotilla silencioso vestido de negro, que mira el mundo a través de un ojo de cristal. Acabó formando parte de mi cuerpo, un apéndice que obliga a mirar más allá de lo obvio, evitando los árboles que no dejan ver el bosque. Girando al son de la luz, encanecí peleándome con ella, sus DIN y sus ASA que luego se convirtieron en ISO, tratando de entender su oscura naturaleza. Como una pluma, la máquina narra a veces la realidad, otras la mentira, eso sí, invertida y más pequeña. Buscando la esencia y guardándola en capsulas del tiempo de 36 x 24 mm, me sentí un privilegiado desde entonces sujetando entre las manos un arma poderosa que deshace vanidades, confirma realidades y convierte a enanos en gigantes, a fin de cuentas la honradez no es cosa de máquinas, sí de personas.
¡Qué suerte es poder hacer periodismo a través de ti!, periodismo y cualquier otra cosa con alma.
Ahora todo el mundo dice conocerte, la mayoría te usa desde su ignorancia inconsciente, para dejar bien claro ante todos que es gilipollas, repitiendo el cromo de su cara como único paisaje una y otra vez para pavonearse en busca de un “me gusta”. Todo el mundo se tatúa, todo el mundo tiene perro, todo el mundo dispara sin saber por qué, nadie aprecia lo que ignora. Antes, eras la memoria de papel que vivía por siempre en cajas de galletas de lata. Nos hacías volar al pasado, incluso al que no conocimos. Ahora los recuerdos se van reciclando a medida que se va llenando y vaciando la memoria sd.
Ya no me das apenas de comer ni en blanco y negro ni en colores. El dedo índice de mi mano derecha no señala el momento justo, no divide el tiempo en trocitos. Da igual, si no te importa, yo seguiré poniéndome nervioso y excitado ante ti, ante la belleza geométrica. Seguiré siendo un privilegiado por sentirte en tu silencio, solo roto con un clic.
Por si nunca te lo he dicho, te amo fotografía. Soy el resultado de haberte conocido.
P.D. Dedicado a todos los fotoperiodistas y fotógrafos y a todas las personas que sienten y aman la fotografía.»